25.3.06

Otra vez Otoño.

Cuando las hojas mueren en silencio porque la brisa de la tarde quebró su último apego a la vida: esas son horas de luces, cuando el Sol nos mira a los ojos para preguntarnos por el mañana, y nosotros caminando tapamos los suelos con sombras infinitas. Entonces entra sin aplausos en mi vida el sosiego, la traicionera pausa que me obliga minutos de propia honestidad, para acusar con poesías todos mis actos de traición a una historia imaginada, y sepultar de juicios una vida de tiempos vacíos. Todo porque las hojas caen por aquel pasillo inexorable, entregando en silencio su cuerpo a las tierras de su madre, es que veo que estamos condenados, los seres del olvido, a caminar por los campos de la muerte llevando a cuestas la conciencia. Porque las hojas caen hoy desvarío sin temor. Porque los suelos de mis calles estan cubiertos de verde sangre es que su indiferencia aún no ha secado mis labios. Porque sigo caminando mientras el cielo se cae pienso que he de seguir viviendo aún bajo la sombra de la inmensa montaña. La condena de llegar a comprender, mientras divagan mis miradas y tiro palabras al aire, que es necesario cerrar puertas y ventanas para que no entre a mi vida la belleza incontenible de la naturaleza y me condene a una vida de mirada pasiva. Comprenderlo mientras se ve que todo vuelve a comenzar, porque las hojas caen, y el sol me mira, y yo cierro mis ojos.

18.3.06

Caer.

Caer por un abismo, sin sentir mas que el roce del aire. Caer y creer que volamos. Caer sin esperar un fondo. Caer sumergido en plena oscuridad, sin necesidad de ver. Caer sin límites, hasta doblar el espacio y quebrar todas las mentiras del tiempo. Caer sin motivo, que sea un día cualquiera que despertamos desnudos y nos encontremos cayendo. Caer en silencio, olvidar las palabras. Caer acompañado sólo del misterio y acechado siempre por el futuro, sin nunca juzgar al pasado. Caer entre todas las ideas sin tocar ninguna. Caer y comenzar a desaperecer, grano a grano, hasta que todos los espacios de la vida converjan a un solo punto, para que no exista otra posibilidad que seguir cayendo.

12.3.06

Atardecer.

Quiero volcar mi vida y su existir a toda esquina del mundo, porque hoy el cielo se desangra, acuchillado por el sol, y cubren a todo Santiago las palabras de la roja poesía. Deseo morir asesinado por lo sublime entre la oscuridad eterna del misterio, y que mi último suspiro se confunda con el tenue viento sin rumbo. Morir, para terminar la vanidad, y ser al fin una más de esas hojas de otoño, otro puñado amorfo de tierra, parte al fin de la danza de lo inerte. Pero aún así camino, pisando mi destino, ignorando a la sinfonía sublime del universo para fijarme en el paso continuo sobre los adoquines que no hacen más que repetirse. Todavía afirmo y construyo altas torres de vida con ladrillos de verdades inventadas, las cuales me gusta destruir cuando estoy en la punta para ser parte de mil fragmentos aleatorios, y ver a mis sueños y mis sábanas de esperanza colapsar estrepitosamente junto a mi cuerpo mutilado, y así sentirme parte por sólo unos segundos del caos que asoma bajo todas las capas de la realidad. Cuando todo cae, el polvo de mentiras y traiciones cubre los hermosos campos antaño imaginados, y tiñe de gris a las estatuas de mis viejos dioses, que habrá que librar una vez más del tiempo acumulado antes de caminar de nuevo y construir la próxima muerte.

Hoy, mientras las nubes se tiñen de sangre, una brisa enfría mi cuerpo y dice sin hablar que todo orden es ilusorio, que el tiempo es una traición más del hombre a su origen, porque no se es más allá del instante que se sucede en el infinito; lo demás es vanidad.

8.3.06

Volver.

Volver a buscar los vapores húmedos despedidos por los maicillos en otoño, y caer perdido en el obvio laberinto de las parras ya maduras. Quiero entrar en los pasillos de maderas frías y soñar con olas infinitas que abrazan las alfombras y nos llevan a volar. Dibujar por última vez aquellos mapas ilusorios, y perderse en las imágenes infinitas de libros nunca escritos. Barrer las arenas con pequeñas escobillas y en el fondo húmedo encontrar gotas cristalinas de un mar que ya no existe; seguir la excavación y revelar aquellos huesos de seres de grafito, e imaginar que vuelan y soñar todas sus muertes. Recogerse entero para ser denuevo poco, como una bola compacta que rueda por escaleras de mil curvas, como plumas que caen dando curvas desde los cielos más altos, y así ignorar la muerte y reirse de la fortuna, para vivir sin tiempo y destruír a todos los destinos. Deseo regresar al útero y sentir el calor intenso del instante eterno nadando junto a mi, visitar las mismas puertas para volver a desear la vida.

1.3.06

Gritar.

Dan ganas de desafiar al infinito con un grito eterno, para matar a la soledad y dejar sordo al tiempo.