6.11.06

Vuelves.

Somos cómplices de lo oculto, asesinos uno del otro, eternos cuidadores de alguna remota posibilidad. No somos en el tiempo, mujer, vivimos en el siempre, ocultos de todo aquello que nos hace invisibles. Somos en nuestro juego de risas y roses, de pasos encontrados y miradas azarosas, y si de pronto hablo no busco decir nada, sólo quiero mostrar cuánto te he esperado, y si callo es porque te observo y busco aquella ínfima señal inequívoca que ya creo imposible. Eres mi viaje, mujer, mi búsqueda, mi infinito, a veces mi muerte, nunca mi vida. Conmigo eres libre, mujer, porque no es a ti quien pido amor, sino al tiempo, a los vientos, a cada uno de las causas de mi vida les pido que sea hoy cuando al fin me digas lo que en tus ojos a veces creo ver, que me lleven allí donde albergas tu eterno silencio.

12.8.06

No.

Ella dijo que no, ¡que no!, que nunca, que no podría que ser, que le era indiferente, que no le importaba nada, que en ningun caso, que me fuera, que no insistiera, que nunca más... nunca más.

18.6.06

Beso.

Me diste la mano sólo porque la noche y el frío y la música, y yo te respondí con un beso que nunca quiso ser más que dos labios juntos. Tu mano fría y tu mirada indiferente, tu paso cruzado, tu cuerpo compartido y tus tiempos azarosos: todo lo tuyo esta mil cuadras lejos, menos tu cuerpo, ahora revuelto y fundido en mi propia historia. Fue un beso para mojar los labios y cantar a dos silencios la música que nos iba juntando sin que nos diéramos cuenta, que nos iba entrelazando en alientos y miradas de azufre que mataban al frío y la indiferencia y los pasos cruzados. Resonaban las palabras y se mezclaban con la música y la risa lejana de aquellos otros que compartían el tiempo y la noche; todo formaba un ruido de palabras que volvía como la conciencia y recalcaba su vacuidad mostrándonos lo poco que importaba ahora que antes nos hayamos dicho mil nuncas y jamases, que nos hayamos insinuado indiferentes, que sepamos los dos que amamos a otros, porque el beso es sólo porque la música y el frío y la noche y es que es tarde y a esta hora los sueños entran en la vida como por honor a la puntualidad y se mezcla todo, se mezclan tus labios y mis deseos y tus ojos con la esperanza y tu pelo con el futuro, nosotros con el viejo sofá y los cojines con el humo y la música en un todo indistinguible, por la noche que olvida hasta tus pasos cruzados y tu indiferencia que ahora siento en los labios, tus palabras, tu cuerpo usado, nuestro corto tiempo, en honor a la verdad, por frío y la noche y deseo. Te encuentro ahora porque nunca te busqué, ni escuché lo que decías ni te puse atención, porque no te quiero ni te otorgo de mi tiempo; te encuentro en una noche con aires de fin, por el frío y la noche y la hora con el sueño, por el ruido ya apagado de los otros que se van o duermen o nos acompañan en actos pero no en tiempo ni espacio; te beso y no hay amor, sólo vueltas sobre lo mismo y vacío, eterno vacío y desorden de manos y labios y cuerpo, y aquí al fin las palabras se convirtieron en choque de pieles o gritos escondidos, aquí al fin soy libre del tiempo y ya no hay noche ni frío ni actos pasados ni destinos, estas tu y yo como una nada revuelta sobre un sofá que se besa por el tiempo y la música y etcétera.

11.6.06

Manchas.

Estas palabras manchan de negro aquella idea que no es idea. Palabras ciegas que buscan sin querer encontrar, que poco logran seducir con su torpe baile al vacío y la nada. Estas palabras suicidas se lanzan al vacío, pero antes del suelo el viento las incluye en su viaje eterno. Viven ocultando su simpleza, convencidas de la vacuidad de su propio sentido y perdidas porque aún buscan. Su tinta negra es la sangre de mi vida. Estas palabras, desesperadas, indican a todos allí donde no se puede indicar; intentan poner su dedo sobre el íntimo centro de lo fragmentario y fracasan, tal como el hombre que busca en los ojos de su amada su última respuesta y se encuentra con un líquido reflejo de su rostro preguntando.

¿Cómo escribir acerca de la tierra, si somos tierra?
¿Cómo hablar de nuestra sombra mientras se mira el Sol?
¿Cómo decirle a todos que no creo en las palabras?

8.6.06

Todavía tan tonto.

Gabriela Mistral escribió:

"Yo soy todavía tan tonta que le pido perfección a la gente [...]"

Desde que mi madre me recitó ese pequeño fragmento de uno de los cuantos libros personales de Gabriela Mistral, hace ya más de tres semanas, me ha invadido en profundidad esa idea (será en gran medida porque fue mi madre quien me lo dijo, con esa mirada que tiene ella, y quizás todas las madres, que de algún extraño modo obliga a recordar que de ella vengo). Todavía la frase resuena en mi cabeza y me asalta cada vez que me encuentro juzgando negativamente a alguien. Ha sido un alimento para mi conciencia, una roca en el devenir de mis pensamientos, digamos, un espejo mental.

Hoy, en gran parte influenciado por mis lecturas de Varela y Maturana, atacado aún por Mistral, he llegado a aceptarlo y confiezo: pido perfección a la gente. Mi conflicto viene de que no me considero una persona intolerante, es más, gusto de escuchar distintos puntos de vista, y siempre ando buscando una conversación interesante en donde se intercambien (creen) ideas y no hechos. Me pregunto entonces qué será para mi esa perfección que le pido a todos de forma tan estricta. El problema del otro hacia mi nace de la no aceptación de la no aceptación, rechazo profundamente al rechazo, en todas sus formas y contextos. Se que aquella mirada triste de cualquier desconocido me afectará, porque entiendo (siento) que juntos creamos el espacio en donde vivimos, y que el ambiente y yo estamos intrínsecamente conectados. Por ello lo rechazo, ignoro y destruyo salvajemente, como animal defendiendo mi territorio, como hombre en busca de sus propios sueños y convencido hasta los huesos de que el amor SIEMPRE es, no sólo posible, sino que lo más fácil. Pido perfección en el sentido de que pido amor, y pido y pediré porque nunca he entendido en qué punto nos desviamos y se comienza a volver todo tan complicado como para olvidarnos de que lo que queremos y el camino para lograrlo coinciden: amor.

1.6.06

Nube

La nube cubre la mano empuñada de todos ellos que marchan hoy jurando un motivo. Alguien grita "¡futuro!", y las murallas de Santiago responden a dientes cerrados un murmullo indistinguible que todos procuran ignorar, dicen "por el bien de todos". Sobre cada par de viejas suelas esta escrita una historia de caminos por estas mismas calles, de olvidos y sueños que poco concuerdan con cualquier panfleto que hoy viaje montaña abajo. De todos los jóvenes algo surge: un viejo nace y sentencia con su mirada: "todo tiempo pasado fue mejor", mientras recuerda los bailados tangos y los buenos cafés de cielos despejados. Pero la nube avanza y sigue, comenzando a cubrir al imaginado octagenario, apelando a la brisa y al tiempo, argumenta por infinito y decide en la inercia. El viejo, sin esperanzas, ofrece sus ideas a la tierra y muere sientiendo que se ha traicionado, cuando allí los caminantes ven la dispersión obligada por la fuerza del orden o más tarde la propia destilación de los sueños en esta la máquina sin contexto. Y nuevamente el silencio hará indistinguible la historia, diez o veinte años han pasado y lo único que ha permanecido es esta nube blanca que nos cubre a todos.

5.4.06

Días de nada.

¿Qué buscar en días de nada?, ¿quién me puede mostrar dónde se encuentra el amor?, ¿entre fierros, allí en la oscuridad del concreto, bajo el polvo de los adoquines?, ¿a quién deben estar dirigidas mis líneas?, ¿a aquellos que caminan cabizbajos aburridos de los cielos mil veces repetidos? o quizás a los otros que con el pecho alto olvidan a todos los hombres, ¿debo reducir mis pasos a la distancia de la desesperanza?, ¿caer rendido a la imagen del producto?, ¿tranzar mi cuerpo y mis ideas en el comercio?, será quizás muy tarde, porque ya he sido llevado por el pasillo invisible del propio olvido, ¿quién explica mi desvarío sin razón?, que alguien me diga de qué materiales construir el altar y me ayude a encontrar los dioses de los tiempos fragmentados, ¿quién me acompaña a buscar las razones de mi vida, el motivo de mi muerte?. Hoy existo entre mundos, pendiendo de pocas letras, pero decido jurar al vacío: si la tierra se esconde y las palabras se repiten, si no hay ojos que brillen ni panfletos que inspiren, buscaré mis puertas en los árboles cercados, trataré de sentir las brisas que se escapan entre el laberinto amurallado y en ellas oiré los motivos del tiempo, y armado de silencios y abrazos espero abrir las nubes blancas que cubren a los soles en este frío invierno, junto a otros que crean aún en el mar y la noche estrellada.

2.4.06

Pessoa

Hoy, silencio, que hable el que sabe:

"La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos."

Fernando Pessoa (o Bernardo Soares)

25.3.06

Otra vez Otoño.

Cuando las hojas mueren en silencio porque la brisa de la tarde quebró su último apego a la vida: esas son horas de luces, cuando el Sol nos mira a los ojos para preguntarnos por el mañana, y nosotros caminando tapamos los suelos con sombras infinitas. Entonces entra sin aplausos en mi vida el sosiego, la traicionera pausa que me obliga minutos de propia honestidad, para acusar con poesías todos mis actos de traición a una historia imaginada, y sepultar de juicios una vida de tiempos vacíos. Todo porque las hojas caen por aquel pasillo inexorable, entregando en silencio su cuerpo a las tierras de su madre, es que veo que estamos condenados, los seres del olvido, a caminar por los campos de la muerte llevando a cuestas la conciencia. Porque las hojas caen hoy desvarío sin temor. Porque los suelos de mis calles estan cubiertos de verde sangre es que su indiferencia aún no ha secado mis labios. Porque sigo caminando mientras el cielo se cae pienso que he de seguir viviendo aún bajo la sombra de la inmensa montaña. La condena de llegar a comprender, mientras divagan mis miradas y tiro palabras al aire, que es necesario cerrar puertas y ventanas para que no entre a mi vida la belleza incontenible de la naturaleza y me condene a una vida de mirada pasiva. Comprenderlo mientras se ve que todo vuelve a comenzar, porque las hojas caen, y el sol me mira, y yo cierro mis ojos.

18.3.06

Caer.

Caer por un abismo, sin sentir mas que el roce del aire. Caer y creer que volamos. Caer sin esperar un fondo. Caer sumergido en plena oscuridad, sin necesidad de ver. Caer sin límites, hasta doblar el espacio y quebrar todas las mentiras del tiempo. Caer sin motivo, que sea un día cualquiera que despertamos desnudos y nos encontremos cayendo. Caer en silencio, olvidar las palabras. Caer acompañado sólo del misterio y acechado siempre por el futuro, sin nunca juzgar al pasado. Caer entre todas las ideas sin tocar ninguna. Caer y comenzar a desaperecer, grano a grano, hasta que todos los espacios de la vida converjan a un solo punto, para que no exista otra posibilidad que seguir cayendo.

12.3.06

Atardecer.

Quiero volcar mi vida y su existir a toda esquina del mundo, porque hoy el cielo se desangra, acuchillado por el sol, y cubren a todo Santiago las palabras de la roja poesía. Deseo morir asesinado por lo sublime entre la oscuridad eterna del misterio, y que mi último suspiro se confunda con el tenue viento sin rumbo. Morir, para terminar la vanidad, y ser al fin una más de esas hojas de otoño, otro puñado amorfo de tierra, parte al fin de la danza de lo inerte. Pero aún así camino, pisando mi destino, ignorando a la sinfonía sublime del universo para fijarme en el paso continuo sobre los adoquines que no hacen más que repetirse. Todavía afirmo y construyo altas torres de vida con ladrillos de verdades inventadas, las cuales me gusta destruir cuando estoy en la punta para ser parte de mil fragmentos aleatorios, y ver a mis sueños y mis sábanas de esperanza colapsar estrepitosamente junto a mi cuerpo mutilado, y así sentirme parte por sólo unos segundos del caos que asoma bajo todas las capas de la realidad. Cuando todo cae, el polvo de mentiras y traiciones cubre los hermosos campos antaño imaginados, y tiñe de gris a las estatuas de mis viejos dioses, que habrá que librar una vez más del tiempo acumulado antes de caminar de nuevo y construir la próxima muerte.

Hoy, mientras las nubes se tiñen de sangre, una brisa enfría mi cuerpo y dice sin hablar que todo orden es ilusorio, que el tiempo es una traición más del hombre a su origen, porque no se es más allá del instante que se sucede en el infinito; lo demás es vanidad.

8.3.06

Volver.

Volver a buscar los vapores húmedos despedidos por los maicillos en otoño, y caer perdido en el obvio laberinto de las parras ya maduras. Quiero entrar en los pasillos de maderas frías y soñar con olas infinitas que abrazan las alfombras y nos llevan a volar. Dibujar por última vez aquellos mapas ilusorios, y perderse en las imágenes infinitas de libros nunca escritos. Barrer las arenas con pequeñas escobillas y en el fondo húmedo encontrar gotas cristalinas de un mar que ya no existe; seguir la excavación y revelar aquellos huesos de seres de grafito, e imaginar que vuelan y soñar todas sus muertes. Recogerse entero para ser denuevo poco, como una bola compacta que rueda por escaleras de mil curvas, como plumas que caen dando curvas desde los cielos más altos, y así ignorar la muerte y reirse de la fortuna, para vivir sin tiempo y destruír a todos los destinos. Deseo regresar al útero y sentir el calor intenso del instante eterno nadando junto a mi, visitar las mismas puertas para volver a desear la vida.

1.3.06

Gritar.

Dan ganas de desafiar al infinito con un grito eterno, para matar a la soledad y dejar sordo al tiempo.

28.2.06

Búsqueda.

¿Qué buscamos?, que en un instante cualquiera me mires de entre toda tu persona y me digas algo que no tenga nada que ver con el amor, algo simple, cotidiano, y que yo tenga la valentía de, al ver tus ojos brillando, aceptar la simpleza de la unión, y que mi respuesta no sea un beso ni alguna palabra mil veces repetida, sino una frase meramente informativa. Busco que los dos veamos y nos riamos a carcajadas de toda nuestra búsqueda, porque finalmente encontramos allí en la brisa de la cotidianidad lo que significa nuestro amor.

25.2.06

Inercia

Dime si no fue inevitable que hoy nos encontremos perdidos en nuestra propia casa.
Dime si no lo hicimos todo para que los otros vieran en el frío beso el calor del deseo.
Dime si no ignoraste la desesperanza de mis ojos cada vez que te fingía un "te amo".
Dime si esto no fue nada más que un juego, una ronda fractal que empezamos cuando chicos y nos ha tenido toda la vida dando vueltas en torno a los sueños. Grita ¡detente! ahora que sientes el mareo de la incertidumbre, cuando todo pasa rápido y pareciera que el mundo entero se revela, y los árboles y los edificios y las nubes y las montañas colapsan en lineas borrosas de movimiento acelerado, y te pierdes, y te caes, y te ríes, todo esto tomados de la mano, uno al frente del otro, inevitablemente viéndonos, imparables, por inercia o amor: da lo mismo.

19.2.06

Amor postmoderno.

Un amor de instantes. A él le gustó la cara inocente, el pelo crespo casi sin peinar cayendo a los hombros. Ella se fijo que su mirada no era tímida, que iba dirigida a sus ojos. Se enamoraron por palabras que buscaban en el vacío un amor de situación, un encanto de casualidades. Se acariciaban sin pausas, para callar al silencio, e inventaban complicados juegos de amor para que esas sonrisas sin sentido en los días aburridos llevaran intenciones ocultas que los dos se atrevieran a intuir. Así juntos construyeron una historia que fechaba sólo besos y saludos, a la cual se dedicaban, en sus ratos juntos, a comentar y mentirla, y llenarla de recuerdos cada ves más exagerados y distantes. Imaginaron el futuro lleno de obstáculos, porque el tiempo incierto les presentaba la posibilidad de un definitivo encuentro, un momento que ambos temieron el resto de su tiempo juntos, cuando al fin se encontraran afuera del ambiente fortuito que creó ese primer encuentro, y tuvieran que empezar a desentrañar al desconocido con que ya han inventado gran parte de sus vidas.

12.2.06

Campo de batalla.

Sobre las tierras húmedas una silueta de pieles, ropaje teñido de hojas y barros y sangre, mezclándose con las aguas que caen.

Las balas calan el alma, van cubriendo a los rostros de dolor. A las semanas adentro sólo quedan desfigurados, hombres sin mirada, dándose cuenta de que hay dos opciones: morir aquí, rápido, o vivir el resto de la vida con el saco de almas a cuesta. Es que cuando se mata, la pena es tener que llevar el alma del muerto, tener que vivir con esa última mirada, ese último ademán de vida. Los hombres que intentan escapar y corren caen arrodillados, y mueren sumergiendo su boca en el lodo. Los hombres que van al ataque, mueren tendidos mirando el cielo. Ese último grito, de dolor o de rabia, no dice lo que expresa, es en realidad un susurro a las cuerdas del destino, la última formal queja de una vida de pasiones, de una vida de amor. Pero el viento viaja, no oye, sólo barre los humos de la pólvora, indiferente.

Sobre las tierras húmedas una silueta de pieles, ropaje teñido de hojas y barros y sangre, mezclándose con las aguas que caen. Las aguas todavía caen.

9.2.06

Búsqueda.

Vivir es buscarse, es intentar explicar por un segundo la idea inconcebible del existir...
He mirado espejos por largo tiempo, y sólo he encontrado juegos de luces.
Escribo para mostrarme en palabras, pero las palabras nunca dicen lo que se quiere.
De pronto un buen libro me descubre, pero se oculta y desdice: es la obra de otro hombre.
La música toca mi alma, me eleva, nunca lo suficiente como para observarme.
Contemplo la naturaleza con honestidad, para encontrar todo lo que no soy, pero su dimensión es infinita, y mi tiempo limitado.
Conjeturo, razono, investigo, y veo sin esperanzas cómo crecen los círculos de lo desconocido.
En el rostro de mi amigo busco, solo para enterarme de que él también lo intenta.
En los ojos del amor intento verme, pero no ha habido mirada ni palabra que me desnude por completo, ¿es que no he amado?.
Creo que existe aquello capás de mostrarme entero, que en alguna parte me encuentro, pero también estoy seguro de que yo mismo proyecto la sombra que me oculta. Quizás morir es encontrarse.

6.2.06

Muerte de hoja.

Busco la muerte de la hoja: secar mi vieja vida y caer a la primera brisa de viejos tiempos. Viajaré, para perder mis pies en tierra húmeda, para manchar mis manos con pieles y encontrar aquél lejano río en donde ahogar los futuros. Espero no dejar huella alguna; no decir mucho, que me vean pocos, y vivir oculto entre las sombras de lo virgen. Quizás, por allí, me sentaré a observar, lo más trivial, aquello que no admite pregunta, porque en eso espero hallaré las respuestas. Busco escuchar al fin el suave vuelo que corta los cielos, y ver en todo la bella danza que se dibuja en el instante. Piedras, metal fundido, gritos de humo, atrás, atrás al fin, cediendo espacio a ella y todos sus mantos. Viajar y viajar, y sentir la libertad de la vida, desnudar al fin los tiempos y, al borde de un abismo no catalogado, a todos los nortes gritar "¡invítame a morir!".

31.1.06

La tele o yo

El saludo cariñoso, con apretón de manos y amplia sonrisa, para reflejar naturalidad, mostrar que soy un hombre feliz, que a nada temo. El imita, sólo imita, y me guía, por un laberinto de espejos en donde sólo yo no puedo verme. Estoy bajo la atenta mirada de mil desconocidos ocultos tras cien murallas: anónimos escritores narran mi historia y realizan mi vida; más de un asesino imaginará mi muerte, olerá mis sangres. Mil luces me han dejado ciego, también mi mente ha sido trucada con imágenes de colores fuertes y formas geométricas que se envuelven en si mismas y nunca terminan. Ahora todos ellos me conjugan en un único verbo. Es este el escenario de mis temores: me rodean los monstruos de mi mente y amenazan cada una de mis palabras, en el fondo mis mentiras están escritas sobre gigantes fotografías, esperando atentas la inevitable contradicción, aca, en el centro de este gran círculo, el hombre sin mirada interroga mis vidas, escarba mi mente buscando aquello que todos quieren oír. No se aceptará nada más que una respuesta simple, acotada, e hipnotizado no puedo sino ceder (por las fuerzas del aplauso y el fingido interés de un dibujado público) y moldeo mis textos para que todos puedan entenderlos. Voy y vengo, aquí me desfiguro, me quiebro entero, traición, traición, traición: "¿Qué es para ti el amor?", "¿El amor, para mi?, el amor para mí no sólo es indefinible, sino que es lo indefinible en sí, aquel velo de esencia pura que cubre los mantos de una supuesta realidad desnuda, y que en sus pliegues dibuja toda mirada y palabra y mundo. Es el espejo del todo, el vacío más profundo que contiene al infinito..." respondería, si pudiera por un segundo interrumpir este constante murmurear que me ha tomado prisionero.

15.1.06

Atropello.

No miró. La micro lo impactó por lo menos a 40 kilómetros por hora, le pegó como en diagonal después de resbalar por el frenado. Saltó harto, por lo menos 7 metros, y dio como una vuelta en el aire, yo creo que por el ángulo del impacto. Se veía que ya en el aire iba muerto porque la cabeza estaba floja y no hacía na'. Después cuando cayó ya no quedó ninguna duda; es que justo pegó con el asfalto entre hombro y cabeza haciendo que el cuerpo, con la inercia, le hiciera palanca pa' doblarle el cuello. El ruido, señor, se siente como si la ciudad estuviera toda callada y de pronto cayera un saco de papas de un avión. Si no se descabezó es porque era grande, corpulento, pero eso si el cráneo quedó ahí aplastado, abierto entero, y el asfalto lleno de sangre. Yo señor le juro, he visto sangre, porque trabajo en eso, pero tanta cantidad nunca, si imagínese que se fue como la lluvia por las canaletas de la calle. Y el cuerpo estaba doblado entero, como si no tuviera huesos, un brazo pasaba por detrás de la espalda y le llegaba más abajo de la cadera y los dedos todos chuecos. Y la cara completamente rota, yo nunca supe donde había quedado la nariz, es que no se veía nada con tanta sangre y como que el rose también le había quemado la piel, terrible, le digo. Lo único que le quedó al pobre hombre fue algo en los ojos, murió arrepentido parece, es que le brillaban todavía, y parecía que ahí le hubiera quedado el alma esperando, exigiendo una explicación que por qué se lo había llevado el Señor, si todavía quedaban cosas que hacer.

11.1.06

Ola.

De cuando en cuando una ola surge y crece y hay que saltar o si ya chocó me sumerjo. Quizás ir a parar al fondo y ensalzar un poco los interiores porque esa ola era grande o es que estaba mirando las arenas. Cuando de ningún lado la vi nacer, a ella, que venía brillando por un sol que la rosaba, y que se caía pero no, que se mantenía, y mientras jugaba me miró fijo y me dejó ahí paralizado, como cual serpiente, y me mostró sus ojos y me tomó en brazos, y que me atravesó entero, separándome, como en cada poro una manguera que me desmembraba. Vino a terminar con todo, porque se llevo al cielo y a las aguas, se llevó al tiempo, tan fuerte gritó que me dejó mudo, y nos acompañamos unidos, nos besamos profundos, en amor absoluto fuimos un segundo y ella me mostró la mar extensa y yo me dejé ser de celeste a negro. Desperté tendido en la arena acompañando a las jaleas, ella me hacía cariño y se despide, dejandome claro que allá ella y aquí yo, y que si no, mucha sal y mucha agua.

7.1.06

Tantos cuantos.

Cuantas veces dibujado y muerto. Cuantas veces amor, cuantas veces olvido. Cuanta búsqueda de mirada serpenteante, y en ella cuantos ojos no han sido los tuyos y cuanta bella sonrisa no fue más que seducción. Cuanta veces dicho, y tantas más olvidado. Cuantos siempres engañados, cuantos nada que tuvieron tanto y cuantos nunca en vano. Cuanta nada, infinita, impregnando mi vida de pausas y tiempo. Cuanto paso en vano, cuanta palabra inútil; mentiras y verdades ocultas. Cuanta risa, tantas menos que motivos. Cuanta gris felicidad, cuanta tristeza oculta. Cuantas veces traicionado por mis propios sueños, cuanto polvo acumulado en las esquinas de mi vida. Cuanta calle, de noche, y mujer lejana. Cuantas palabras que intentan, dibujan y mueren.

4.1.06

Funeral.

La explosión del viejo fusil cubre al parque de ecos. Se ha despertado un viejo pájaro oyendo los gritos de muerte y ha volado rápido para refugiarce en los cielos. Todos los reunidos lo han visto venir, aún así les ha perturbado: el susto no es producto de la sorpresa, sino de la conclusión de lo que siempre fue inevitable. Ni uno de ellos se ha movido, perdiéndose los gritos de pánico y los reflejos instintivos por los laberintos de costumbres y educaciones. Ella lo ha ignorado, su llanto la cubre, mientras va viendo como queda enterrada la última esperanza, aquella que cuenta la historia del muerto y su mano victoriosa negando su muerte, abriendo su propio ataúd. Ahora sólo queda aceptarlo.

Un segundo disparo amenaza al limpio cielo y es devorado por las luces del sol. Anuncia la entrada gloriosa de los tiempos extendidos, de aquello infinito que alberga todo segundo. Es todo lento, cada terrón y cada piedra es un sonido separado, un nítido impacto, y hacen todos el canto de la muerte, junto con las palas sumergiéndose en las nuevas tierras y aquellos distraídos que despiden olvido por sus narices y bocas. Esperar a que las lágrimas terminen de recorrer el rostro, esperar bajo este calor asfixiante a que se termine esto de una vez.

El tercer disparo es predecible. El pájaro ha vuelto a su viejo lugar, entendiendo que no hay amenaza presente. Los presentes se dan permiso para movimientos más extendidos, los tímidos ya tosen, los amplios ya conversan, ella ya no llora. Vuelve el pasto a su lugar, llegan flores a cubrir la tumba. Sucede el primer momento en que nadie piensa en el muerto, y así comienzan a comerse las maderas de la vida las termitas del olvido. El pobre, bajo tierra, pálido e inmóvil, no tiene más opción que seguir muerto.