24.12.05

Grúa.

La musa de mi canto nocturno es el constante zumbido de un aparato que permite mi escritura. Le saludo a usted con palabras sombrías, confusas, que perturbo pronunciando hasta que queden desnudas de sentido y sean tan sólo ruido; un jugueteo de lengua y paladar y dos labios que besan aire. Les hago disfrutar la compañía de mi musa. (Grúa). Allá usted, lee, sin que yo lo pueda detener, los pensamientos de un yo de tiempo pasado, una instancia de mi que ha quedado a merced del recuerdo y el juicio improvisado que usted lector pueda idear de este texto. Un yo que ahora no va más allá de usted, viajero que sin quererlo me asfixia dentro del pequeño espacio mental que me ha otorgado, rodeado de demonios de los cuales sólo usted puede zafarme, si lo que lee así lo hace desear. (Grúa, dígalo, grúa). Alguna imagen rescatará, quizás me asigne un rostro, quizás anteojos (que no uso), quizás yo con el rostro de alguien a quien vagamente le recuerden mis palabras, a quien seguramente yo no conoceré. Quizás mi ser ha quedado confinado a un paisaje, a ese extraño lugar al que lo ha llevado mi redacción, ¿un callejón? me ha sucedido, no se preocupe, no hay posibilidad alguna de error. (Pronuncie: grúa. Grúa. Grúa. Grúa). No va más allá: grúa, se fue el atraque de metales, la construcción, los pesos, sólo grúa, la palabra inerte, inmóvil. Pierda atención, destruya su sentido, pronuncie robóticamente. Es probable que usted no estará emitiendo sonido alguno, no se preocupe, la imaginación es suficiente. De pronto, la imagen de mi rostro, mis ojos, toda su profundidad, el pasaje oscuro entre mis labios y el preciso movimiento de mis manos que significó todo este texto, brotarán de su mente, sólo cuando la lectura no sea más que ruido, amalgama aleatoria de letras, un grupo de pequeñas luces negras que mi musa a usted otorga.

23.12.05

Condenado regreso

Algo de fuego quedará en las cenizas.
Algo de ceniza habrá en todo fuego.